El 22 de enero de 1903, a la edad de 16 años, Francesco Forgione —nombre de nacimiento de San Pío— dio un paso decisivo en su vocación religiosa: ingresó en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. En un rito solemne y cargado de significado, dejó atrás el “hombre viejo” y se revistió del “hombre nuevo”, adoptando el nombre de Fray Pío de Pietrelcina.
Un Camino de Configuración con Cristo Crucificado
Desde el momento de su toma de hábito, la vida de Fray Pío estuvo marcada por una profunda identificación con Cristo crucificado. Este joven capuchino, nacido en Pietrelcina, Italia, el 25 de mayo de 1887, abrazó con fervor los ideales de la espiritualidad franciscana: humildad, pobreza, obediencia y una entrega total a la oración y al servicio de los demás.
El camino de santidad de San Pío no estuvo exento de pruebas. Durante su formación, enfrentó serios problemas de salud, lo que, paradójicamente, fortaleció su unión con Dios y su determinación de seguir adelante con su vocación. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910, llevando consigo una misión especial: ser un testimonio vivo del amor redentor de Cristo.
Un Místico de Nuestro Tiempo
San Pío recibió los estigmas de Cristo en 1918, convirtiéndose en un místico que llevaba en su propio cuerpo las marcas de la Pasión. Estos estigmas, visibles hasta el día de su muerte, fueron signo de su unión profunda con el misterio del sufrimiento redentor de Jesús. Sin embargo, más allá de estos fenómenos extraordinarios, su verdadera grandeza residió en su humildad, su espíritu de oración y su incansable dedicación al prójimo.
Durante décadas, San Pío se dedicó al ministerio de la confesión, llegando a pasar hasta 18 horas al día en el confesionario. Allí, ofreció consuelo y orientación a innumerables fieles, convirtiéndose en un puente entre los hombres y la misericordia de Dios. Además, fundó la Casa Alivio del Sufrimiento, un hospital destinado a brindar atención médica y espiritual a los enfermos, reflejando su amor por los más necesitados.
Un Ejemplo de Santidad y Servicio
El legado de San Pío está presente en nuestros días. Su vida, completamente entregada a Dios, nos invita a imitar su ejemplo de oración constante, sacrificio y amor por los demás. Su intercesión sigue siendo fuente de gracia para quienes buscan consuelo y fortaleza en sus luchas diarias.
En este aniversario de su toma de hábito, pidamos a San Pío de Pietrelcina que inspire a nuevos sacerdotes y seminaristas según el Corazón de Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote. Que su ejemplo siga iluminando el camino de quienes, como él, desean configurarse con Cristo crucificado y ser instrumentos de Su amor en el mundo.
San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros.