Querida familia capuchina.
Desde mi rol en el corazón de esta casa, tengo el privilegio de observar diariamente el latir de nuestro colegio. Un latido que tiene dos pulsos: el de nuestro alumnado y el de nuestro profesorado. Hoy, quiero dirigir la mirada hacia este último, hacia esas personas que son, sin duda, el pilar fundamental junto a los estudiantes y sus familias, para reconocer su labor y hablar de un tema indispensable: su bienestar.
La labor del docente arranca a las ocho de la mañana con una actividad frenética, entonando cánticos a los niños, animando al que viene aún dormido o un poco triste porque no le gusta el colegio u organizando y calmando a ese grupo que jalea y le cuesta conectar, porque aún está pensando en otros menesteres. Las clases se suceden una tras otra. Entre temarios siempre densos y relojes que avanzan sin parar, no es posible abarcar todo lo que a uno le gustaría.
Entre medias, la llamada de una familia, el correo de otras dos, las observaciones sobre varios alumnos que tienen que ser trasmitidas a través de la plataforma educativa, … ¿Os habéis apuntado ya al curso de formación de profesorado sobre nuevas tecnologías? ¿Cómo organizo la clase para trabajar con veinticinco alumnos donde, en el mejor de los casos, sé que ocho de ellos no me están siguiendo, bien porque no pueden o porque no se sienten motivados? Termina la jornada… Vuelta a casa.
Vivimos tiempos educativos complejos y transformadores. Los docentes de hoy son arquitectos del futuro, psicólogos improvisados, mediadores, expertos en tecnología y, sobre todo, faros guía para nuestros alumnos.
El profesorado se enfrenta a una realidad educativa compleja. Su esfuerzo por integrar a todo el alumnado en un entorno inclusivo es titánico. El aumento significativo de alumnado con necesidades de apoyo especial (emocionales, sociales, cognitivas), exige una dedicación individual y una adaptación constante.
A esto se suma la atención a las familias, una labor de escucha y acompañamiento esencial para tejer una sólida red de apoyo. No podemos dejar de lado la implementación de nuevas tecnologías.
Esta carga multidimensional del profesorado puede pasar factura. El desgaste físico y emocional es una realidad, y aunque consideramos que estamos ante una de las profesiones más maravillosas y apasionantes, son muchos los compañeros docentes que expresan sentirse en diversos momentos completamente desbordados o agotados. Por ello, es fundamental que, como comunidad, pongamos el foco en su cuidado. Un profesorado que se siente apoyado, escuchado y valorado es el principal motor de un clima escolar positivo. Su bienestar no es un lujo. Es una necesidad como persona y una condición indispensable para que puedan desempeñar su vocación con pasión, paciencia y eficacia, lo que se traduce directamente en una mejor educación y una mayor felicidad para nuestros alumnos.
Conscientes de la importancia y el valor que supone el cuidado de nuestros equipos docentes, desde el equipo de Coordinación de Bienestar y la Dirección del centro marcamos este curso como un periodo para escucharnos, redescubrirnos y dirigir la mirada hacia todos aquellos que se entregan cada día en las aulas, con el único fin de hacer llegar con vocación y amor el mensaje a transmitir.
Es importante que nuestro profesorado encuentre espacios de desahogo y atención donde puedan compartir sus preocupaciones y dificultades, validando sus emociones y sintiéndose escuchados. Formarnos en Autocuidado y Gestión de estrés dotará a nuestros equipos de herramientas que les permitan manejar la presión pudiendo de este modo invertir en salud a largo plazo.
Desde los distintos centros educativos tenemos la obligación moral de trabajar en estos aspectos. Nuestro carisma se basa en la acogida, la sencillez y el servicio. Para que nuestros docentes puedan representar estos valores y transmitirlos a los alumnos, primero debemos asegurarnos de que su luz transmita en sintonía.
Cuidar de quienes cuidan es la inversión más inteligente y humana que podemos hacer para que nuestros colegios sigan siendo un hogar donde todos crezcamos en armonía.
Invito a cada familia capuchina a unirse a este propósito de autocuidado y agradecimiento hacia nuestra comunidad.
Un abrazo fraterno.
María Villaescusa Castellano, Profesora de Biología y Coordinadora de Bienestar en la Infancia y Adolescencia.
Colegio Sagrado Corazón Capuchinos – Usera. Madrid.