El artista llega y se sienta ante un lienzo, una partitura llena de pentagramas en blanco o un trozo de barro. El artista tiene en sus manos la forma de expresar lo que siente, y ello quedará plasmado para la eternidad. Si su trabajo es el correcto, el reflejo de su alma plasmado en la obra será luminoso, expresará, aportará a otros y llenará corazones, otros muchos serán influenciados por esa obra y fomentará nuevas creaciones hechas por nuevas manos.
Sin embargo, si todo va mal y la obra no es buena, se quedará escondida en un cajón, en un trastero y no influenciará negativamente a nadie.
Un docente tiene una responsabilidad aún mayor ya que seguro que su trabajo influirá en los demás, por tanto tiene que ser mucho más cuidadoso, más meticuloso, darlo absolutamente todo, dando un trozo de su alma a cada alumno que pasa por delante de él o de ella.
Si lo hace bien, su obra no solo será un buen alumno o alumna como resultado, si lo hace bien mejorará el mundo; pero si lo hace mal, si no lo da todo o lo da a medias, su obra no podrá ser guardada en un cajón o en un trastero cualquiera, su obra saldrá igualmente al mundo y lo deteriorará, lo hará más pequeño, más involucionado.
La docencia es la profesión más importante del mundo.
Todos hemos sido influenciados por docentes, desde el camarero del bar de la esquina hasta el presidente del gobierno.
Si la docencia no es de calidad, los valores se van deteriorando, resquebrajando, y el resultado puede ser una sociedad cada vez más débil y maleable.
Eso sí, si la docencia es de calidad, el mundo brillará más, las personas sacarán lo mejor de sí mismos y lo entregarán al resto. Y si la docencia se une, si todos y todas vamos a una, el resultado será más poderoso, más grande, como las grandes obras de arte donde participaron grandes artistas.
Y sí, la preparación es importante, los títulos son importantes, pero la calidez humana lo es todo.
Como ejemplo personal os diré que he tenido muchos profesores de todo tipo en mi vida, y los mejores fueron los que me enseñaron a amar lo que hacía, no los grandes acumuladores de títulos que luego eran fríos y distantes, malhumorados y odiosos de la prosperidad ajena, esos profesores que pintaban difícil lo que enseñaban para que su conocimiento pareciera inalcanzable; alejaos de estos últimos.
Y, ¿cómo conseguirlo?
Cantando a la vida.
Canta mientras cocinas y la comida será más sabrosa, canta mientras conduces y el trayecto será más bonito, canta mientras limpias y las horas serán minutos. Canta mientras enseñas y el alumnado bailará al ritmo de lo aprendido. Disfrutará, sonreirá, será más feliz y valorará lo que le rodea. Canta mientras vives, y la vida habrá merecido la pena.
Mauro Alberto Rodríguez. Profesor música ESO
(Colegio San Antonio de Padua, Zaragoza)